Columna: Que no le digan…
Genaro y sus encubridores
Por Mario A. Medina
Ciudad de México, 11-feb-2023 (Agencia Parlamento y Debate).- Reza un dicho: “El amor y el dinero no se pueden ocultar” o también podemos decir que “el dinero y el amor, no admiten encubridor”.
Muchos, pero muchos son los funcionarios que simplemente el dinero mal habido no lo pueden ocultar. No hace mucho se hablaba de enriquecimiento “inexplicable”, es decir, que no se podía entender cómo habían acumulado tantas riquezas cuando su nivel salarial no le permitía haber acaudalado tantas propiedades y cuentas bancarias.
Aquellos políticos fueron beneficiarios de las “plumas”, de la “tinta”, de las opiniones de algunos periodistas que no sólo aplaudían su trabajo, también callaban sus fechorías. Su enriquecimiento era más que explicable de dónde salía. Su función era taparlos, hacerlos parecer intachables ante la opinión pública. Claro, aquellos comunicadores tenían, desde luego, su recompensa.
En 2013 la revista Forbes publicó una lista de los 10 mexicanos más corruptos. Enlistó a Elba Esther Gordillo, a Carlos Romero Deschams, a Raúl Salinas de Gortari, a la vocera del ex presidente Felipe Calderón, Alejandra Sota.
Destacaban gobernadores como Andrés Granier Melo (Tabasco); Arturo Montiel (Estado de México) Tomás Yarrington (Tamaulipas); Humberto Moreira (Coahuila), Fidel Herrera (Veracruz), acusados casi todos de tener nexos con el crimen organizado, con los zetas, con el cártel del Golfo, con el cártel del Pacífico y de lavar dinero.
Junto con todos estos, la revista incluyó también a Genaro García Luna (GGL) del que se señalaba, durante su gestión, sea registró el mayor presupuesto que se le había asignado a la SSP; que lo “usó para la autopromoción y el abuso de poder”. Si bien en aquel momento la publicación no ligaba al hombre de todas las confianzas de Felipe Calderón con el crimen organizado, ya otros medios informaban sí lo hacían.
Hoy Genaro García Luna enfrenta en EU el delito de conspiración por traficar y distribuir droga. Un jurado será quien determine la inocencia o culpabilidad del exsecretario. Será en los próximos días cuando sepamos de su suerte y la de Calderón. Temeroso el expresidente se fue a refugiar a España.
Los periodistas mexicanos que cubren el juicio contra GGL en Nueva York, han comentado que la lógica del proceso es muy diferente a lo que podrían ser aquí las acusaciones contra el exfuncionario.
En México, Pablo Gómez, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) ha señalado que son ocho las personas físicas y más de 44 empresas las que están involucradas en la red de corrupción de GGL desde que fue funcionario en los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, y favorecido en la administración de Enrique Peña Nieto con contratos para empresas que constituyó o cercanas a él.
Pablo Gómez denunció el jueves que en el sexenio pasado, cuando ya no estaba en el gobierno GGL, “extrajo 745.9 millones de dólares para beneficiar a un conglomerado empresarial con al menos 30 contratos con diversos órganos de seguridad pública”. Esto a parte de los señalamientos de recibir grandes cantidades de dinero por proteger al cártel de Sinaloa con el visto bueno de su jefe.
La riqueza alcanzada por García Luna en un tiempo muy corto, fue estratosférica, grosera. Simplemente le es imposible de demostrar que lo acaudalado por él fue bien habido.
En días pasados el ex secretario de finanzas de Coahuila Héctor Villarreal Hernández, como parte de los testigos contra García Luna, aseguró que éste acordó pagar 25 millones de pesos mensuales al dueño del periódico El Universal, Juan Francisco Ealy Ortíz para contrarrestar “rumores” sobre los vínculos del entonces secretario de seguridad pública con El Chapo, Guzmán.
No es la primera vez que periodistas han sido señalados de recibir dinero no sólo del narco sino de funcionarios para callarlos, para que “le bajen” en el tema de los vínculos entre el narco y gobernantes.
En estos días, ha vuelto a llamar la atención el manejo informativo que señalados comunicadores y articulistas le han dado al juicio de GGL en Nueva York. Es cierto que el periodista debe cuidar de no acusar a nadie mientras no lo hayan juzgado. Sí, debe anteponer el principio de presunción de inocencia.
Sin embargo, digo que llama la atención el manejo informativo, porque del otro extremo, algunos de esos comunicadores, pretenden victimizar a GGL. En junio de 2022, la fiscalía de Nueva York se refirió a documentos que evidenciaban que García Luna sobornó a periodistas con dinero producto de la corrupción. Muchos se pudieron nerviosos.
Igual, o peor aún, hay “plumíferos” que derraman tinta como ofrenda en sus espacios, en la radio y en noticieros “estelares” de la TV, para defender GGL. Está bien que antepongan el principio de presunción de inocencia, pero gritonean: “Ha sido (GGL) sujeto a un linchamiento brutal en México”. Ya desde 2019 acusaban que desde el poder de la 4T se quería eliminar a GGL, y hoy afirman que las acusaciones en su contra son “endebles”. Afirman: “No hay pruebas”.
Claro, no son capaces de preguntarse del cómo y del porqué de la estratosférica y meteórica fortuna que amasó GGL. Y por lo mismo se les olvida que la historia aberrante, negra de García Luna no admite encubridor.
Que no le cuenten…
El jueves mi amigo Rubén Martínez, un periodista crítico, gran lector de libros y que cada sábado publica en El Heraldo una crónica de la vida de la Ciudad de México o de algún personaje que no debemos de dejar en el baúl del olvido, me hizo favor de enviarme una entrevista que le hicieron en el portal “Por Cierto” a otro gran periodista, Roberto Fuentes Vivar.
Teclador en otros medios como Novedades, El Nacional y la revista Época, fue constructor de unomásuno y de La Jornada. En su conversación con Carlos Alberto Duayhe, su entrevistador, le dijo algo en lo que coincido plenamente: el periodismo vive hoy “una de las mayores crisis” y que ésta inició “cuando los medios comenzaron a perder su vocación social e informativa para comercializar la información y publicarla en espacios privilegiados”.
Fuentes Vivar afirma que el comunicador “no debe perder la conciencia de que el periodismo se debe a la sociedad y no a los grupos que lo financian”.