Columna
Café con Adorno
Por Raúl Adorno Jiménez
La oposición grita en tribuna que representa al pueblo ¿será?
Agencia Parlamento y Debate.- Resulta curioso como la oposición minoritaria en las cámaras de diputados y senadores se autonombran como los defensores de los intereses del pueblo y se oponen a las propuestas y reformas promovidas por Morena y sus aliados, cuando fue el pueblo el que los castigó con un escaso sufragio a su favor, lo que resultó en la desaparición del PRD y la raquítica representación del PAN y el PRI en el Congreso.
El día que en el Senado se aprobó la reforma al Poder Judicial, era patético escuchar a la senadora panista Lilly Téllez llamar traidores a la mayoría de Morena y partidos aliados, cuando ella como chapulín brincó de Morena al Partido Acción Nacional; lo que la convirtió en una verdadera traidora al partido que la inició como legisladora, dándole la espalda a quienes habían confiado en ella.
Una vez más, Téllez llegó al Senado por la vía plurinominal, y pese que en esta ocasión estuvo en las boletas electorales, su estado Sonora le negó el voto, aunque la controvertida legisladora llegó como primera minoría a la Cámara Alta. La ex conductora de Televisión Azteca, junto con la también panista Kenia López Rabadán, son un claro ejemplo de lo que es hoy la oposición, porque son buenas para hacer escándalo en tribuna: vociferan, gritan, descalifican, insultan, difunden fake news, entre otras linduras, y parece que eso le ha llenado el ojo a la dirigencia panista que insiste en postularlas a puestos de elección popular.
Marko Cortés, todavía dirigente nacional del PAN, no entiende que la estridencia no necesariamente convence a la población que muy probablemente tuvo como referencia a estas dos legisladoras para castigar con su rechazo en las urnas al blanquiazul. Ambas más que buenas legisladoras, parecen buenas histrionas en tribuna porque con sus actuaciones intimidatorias, quieren espantar con el petate del muerto.
Pero ellas no tienen la culpa, sino el que las hace compadre, y apenas son una muestra de los errores del propio Marko Cortés que se empecinó en hacer coaliciones con el PRI y el PRD, cuando en el 2018 no tuvo los resultados que quería con el sol azteca, e insistió en aliarse con los partidos que históricamente siempre habían sido sus contrincantes, sus adversarios a vencer en las urnas.
Esa alianza tóxica, junto con las malas decisiones en la elección de sus candidatos llevó a la oposición a estar donde están y le echan la culpa a los programas sociales promovidos por el presidente Andrés Manuel López Obrador, a las grandes obras promovidas en el sureste mexicano que por primera vez permitió a esa zona de la República Mexicana crecer por arriba del norte del país,
Ahora el PAN y el PRI se autonombran como los grandes defensores del pueblo mexicano, cuando la evidencia, los números duros los muestran en su peor nivel electoral de todos los tiempos, pues apenas lograron cuatro senadurías por la vía del voto popular; mientras que en la Cámara de Diputados sólo lograron 44 triunfos en el mismo número de distritos, pues de los 300 que estuvieron en disputa, Morena y aliados ganaron 256.
Sin duda, la oposición está en su derecho de disentir con el gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador, y próximamente por Claudia Sheinbaum, pero lo que es criticable es que ellos se adjudiquen la representación del pueblo mexicano, cuando éste no se las concedió con su voto. Simplemente la mayoría de los mexicanos no les creyó que fueran a respetar su derecho a los programas sociales, aunque la candidata perdedora Xóchitl Gálvez haya firmado con sangre su compromiso a mantenerlos.
Junto con el griterío de la oposición en las tribunas del Senado y la Cámara de Diputados, habría que sumarle la apertura indiscriminada en los medios comerciales de difusión masiva a la comentocracia contraria al proyecto de la 4 T. No quiero decir con esto que habría que cerrarle el micrófono a la oposición o a sus intelectuales orgánicos que hoy se desgañitan impugnando las decisiones y las reformas que se están promoviendo desde el Ejecutivo federal y arropadas por Morena y sus partidos aliados.
Yo opino que lo cuestionable aquí, es que lo difundan como una verdad absoluta, que impongan una sola visión de lo que ellos quisieran que fuera la realidad para el país, sin que haya una contraparte que, al menos, abriera el debate y la discusión sobre los planteamientos y temas que se abordan en esos programas. Por supuesto, tienen toda la libertad de llevar a sus espacios a los comentaristas que ellos quieran, pero también tienen toda la responsabilidad de abrir el debate a voces que no coinciden con esa comentocracia bendecida por los intereses particulares de las cupulas de poder que siempre se beneficiaron del antiguo régimen.
Alguna vez Carmen Aristegui tuvo la virtud de buscar las voces diversas y plurales para abordar los distintos temas de interés público para la sociedad, con un equilibrio que le ganó la credibilidad en el concierto de conductores que a diario informan sobre las principales noticias del acontecer nacional, y aunque todavía hay algo de ese compromiso, es más que notorio que en su espacio prevalecen las voces contrarias a la 4 T,
Queramos o no, esta situación le ha ido restando credibilidad a Aristegui, pues a cada paso que da Morena y aliados, se desmoronan los argumentos de sus comentaristas que desde la campaña presidencial, pasando por la adjudicación de las plurinominales en el Congreso de la Unión y ahora la Reforma Judicial, sus comentaristas consentidos simplemente han salido derrotados, no sólo por la mayoría calificada que ganó Morena y aliados, sino porque sus comentarios no han hecho la menor mella en el ánimo de la mayoría de los mexicanos.
Para muestra un botón, cuando le concede una amplia entrevista a Guadalupe Acosta Naranjo, el ex dirigente del desaparecido PRD, cuestiona que con una representación de casi 36 millones de electores, Morena y aliados estén consolidando las reformas promovidas por el presidente López Obrador. En este caso yo preguntaría ¿qué representación tiene Naranjo que se quedó sin partido? Y lo que más le ha de doler, es haberse quedado fuera del erario.
Insistiría en que Carmen Aristegui tiene el derecho de invitar a quien mejor le parezca, pero desde mi punto de vista también tiene la responsabilidad y, creo yo, la obligación de que haya voces distintas, como en este caso, al representante del PRD, partido que murió producto de sus propias inconsistencias, que sin ningún pudor se unió a la derecha como una forma de sobrevivencia que finalmente no le resultó.
Yo creo que en los medios de comunicación comercial todavía se tiene que dar una batalla no para acallar a la oposición, sino para que los programas de análisis y noticieros, se conviertan en verdaderos espacios de debate y apertura, y no para tratar de imponer una visión de la realidad, que a final de cuentas no sólo se les revierte, sino que termina por restarles credibilidad y la caída estrepitosa de su audiencia.